A Clara Silva
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por lor relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
Perdidas en el canto de los helados campanarios
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror
Señálale el mundo convulcionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tirirtantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humeden las únicas palabras
Por las que vale vivir
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos